La pandemia de la COVID-19 ocasionó un impacto sin precedentes en las economías y los mercados laborales a nivel mundial. Las perspectivas económicas globales en el año 2020 eran totalmente inciertas, la crisis sanitaria sacó a luz muchas falencias de los países avanzados, emergentes y en desarrollo. Según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI, 2021), el PIB mundial en 2020 tuvo una contracción estimada de 3.3 % y en el de Latinoamérica la caída sería del 7 %.
La actualización de las perspectivas económicas mundiales publicadas en abril por el FMI (2021), proyectan que, para este año, se registrará un crecimiento de 6 %, situándose 0.8 puntos porcentuales sobre las proyecciones publicadas en octubre del 2020 (5.2 %). Dichas estimaciones están sujetas a la evolución de la COVID-19 y a la producción y distribución de las vacunas; aunado a esto, dependen del desafío de mantener las políticas públicas contracíclicas enfocadas en impulsar la demanda agregada, mientras los países logran el escenario de la inmunidad colectiva o el fin epidemiológico de la pandemia (FMI, 2021).
Derivado de las medidas que tomaron los países[1] para gestionar la crisis que provocó la pandemia, los factores de la producción se vieron fuertemente afectados, destacando entre ellos el relacionado con el aspecto laboral. La Organización Internacional de Trabajo (OIT, 2021) estima que en el 2020 las horas de trabajo a escala mundial se redujeron en 8.8 % con respecto al cuarto trimestre del 2019, esto equivale a 225 millones de empleos a tiempo completo; dicha pérdida se debe tanto a la reducción de las jornadas laborales como a la disminución del nivel de ocupación que afectó a 114 millones de personas, de las cuales el 71 % salieron de la fuerza laboral[2] y el 29 % quedaron desocupadas.[3]
A diferencia de crisis anteriores, en la mayoría de países la disminución de la ocupación se generó principalmente por salidas de la fuerza de trabajo y no por desocupación, debido a que las personas no podían trabajar por las restricciones o simplemente dejaron de buscar trabajo. Las mujeres se vieron más afectadas en todas las regiones y en todos los grupos de ingresos, con relación a los hombres, situación que se confirma, al observar la disminución en las tasas de ocupación de 5 % y 3.9 %, respectivamente. Los trabajadores jóvenes, por su parte, fueron particularmente afectados, registrando una disminución de la ocupación del 8.7 % (OIT, 2021a).
En Latinoamérica los gobiernos diseñaron y aplicaron diversos instrumentos y políticas de apoyo, destacando los enfocados al ámbito laboral. La OIT (2021a) menciona que las contracciones económicas han traído como consecuencia el cierre de varias empresas, lo que representa una disminución en el nivel de empleo, acompañado de reducciones de horas laborales, las cuales presentaron una pérdida estimada del 16.2 % en 2020 y la tasa de desocupación promedio se incrementó a 10.6 %. La pérdida del empleo femenino fue de 18 % a nivel regional entre el primer y segundo trimestre del 2020, superando a la del empleo masculino la cual fue del 15 %, esto se asocia a la mayor presencia femenina en sectores fuertemente afectados[4] y a la mayor incidencia de la informalidad entre las mujeres.
¿Cómo evolucionó el desempleo en Centroamérica frente a la pandemia?
Centroamérica no fue ajena al impacto negativo que ocasionó la pandemia, la crisis golpeó una estructura productiva con debilidades, en un contexto de una gran heterogeneidad entre los sectores y empresas. El mercado laboral en la región ha sido impactado de forma significativa, con mayores efectos en el empleo femenino, la fuerza laboral joven, el sector informal (CEPAL, 2020). A su vez, se vieron fuertemente afectadas las personas con discapacidad, quienes previo a la crisis ya experimentaban altas tasas de desempleo (Ullmann, 2020).
El panorama laboral en Centroamérica ha cambiado drásticamente debido a la pandemia; el levantamiento de información ha enfrentado diversos obstáculos y los gobiernos han enfocado sus esfuerzos a la emergencia, por lo que la disponibilidad de datos actualizados sobre empleo es escasa (OIT, 2020). La tasa de participación laboral[5] según estimaciones de CEPAL (2021), para los países que poseen datos actualizados[6] al tercer trimestre del 2020 es de 62.5 %, en la desagregación por género, la brecha se ha incrementado con una tasa de participación masculina más elevada que la femenina (75.3 % y 50.1 % respectivamente).
Con el fin de estimar el impacto de la pandemia en los países del norte de Centroamérica, ASIES (2020) realizó un sondeo de opinión en el que se evidenció el grave impacto al empleo, apuntando lo siguiente:
Gran parte de las personas que participaron en la medición y se encontraban trabajando previo a la crisis en Guatemala y Honduras no conservaron su trabajo (55% y 57% respectivamente), en El Salvador esta situación se registró en un 47%; aunado a esto la mayoría señaló que no habían sido capaces de ocuparse nuevamente. (p.22)
En el siguiente gráfico se muestra una comparativa de las tasas de desempleo en Centroamérica en el año 2020. Costa Rica y Panamá presentan las mayores tasas de desempleo, 10.23 % y 17.8 % respectivamente, seguido por Honduras y El Salvador. Por su parte Nicaragua y Guatemala son los países con menor nivel de desempleo en la región, según las estimaciones, presentando tasas de desempleo de 5.82 % y 4.65 %. Es importante hacer la observación que en estos últimos países se registran mayores niveles de informalidad laboral.
Ilustración 1:
Desempleo en Centroamérica – 2020
En la evaluación individual de los datos publicados por cada país, Costa Rica reportó un incremento significativo en los niveles de desempleo, las mujeres presentan una mayor tasa de desempleo que los hombres (24.6 % y 15.2 %, respectivamente). La población desempleada en el trimestre (noviembre-diciembre 2020 y enero 2021) fue de aproximadamente 468,000 personas, 1.57 millones de personas salieron de la fuerza laboral, comparado con el 2019, se tuvo un incremento de 111 mil personas (INEC, 2020)[7].
Según datos brindados por el Observatorio de Mercado Laboral del Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral (MITRADEL, 2021), en Panamá 284,029 contratos fueron suspendidos, de los cuales 140,080 ya fueron reactivados. Honduras, reportó que 120,000 personas habían sido suspendidas laboralmente. Según datos obtenidos en la más reciente encuesta de hogares, la tasa de desempleo abierto fue de 10.9 %, registrando un crecimiento significativo respecto a la que se observó en 2019 (5.7 %) (INE, 2020). En Nicaragua, por su parte, al segundo trimestre del 2020, la tasa de desempleo abierto a nivel nacional se ubicó en 5.4 %, al igual que en el segundo trimestre de 2019 (INIDE, 2020).
Una alternativa para analizar la evolución de los niveles de desempleo en los países que no cuentan con datos disponibles es considerar el comportamiento del empleo formal a través de las variaciones en el número de afiliados a los sistemas de seguridad social, a pesar de que esto no abarque el amplio mercado de trabajo informal (CEPAL, 2021). En Guatemala el empleo formal fue fuertemente afectado por la pandemia: comparado con el dato de 2019, se perdieron aproximadamente 60,939 empleos y se dejaron de generar 17,400 previstos. Se estima que a febrero de 2021 se logró una mayor cantidad de empleos formales que, en 2019, sugiriendo una recuperación en el empleo formal (Juárez, 2021). La tasa de desempleo de mujeres según la OIT (2020b) es de 3.5 % la cual es ligeramente superior a la de los hombres (2 %), los jóvenes por su parte registran una tasa de desempleo de 5.8 % frente a una tasa de 1.4 % del grupo mayor a 25 años.
En El Salvador, según datos de la OIT (2020c) la población más afectada por el desempleo son las personas jóvenes, ya que, de 196,747 personas desocupadas, aproximadamente el 40.1 %, se encuentran en el rango de 15 a 24 años, registrando una tasa de desempleo de 13.4 %. El número de afiliados disminuyó entre marzo y abril de 2020 en un 4 % (CEPAL, 2021).
Uno de los desafíos para la región en el contexto de reactivación económica, es alcanzar un crecimiento económico estable, que demande un incremento de la oferta laboral y así generar más puestos de trabajo; para que esto ocurra, las estrategias que impulsen incrementos sostenidos de la productividad adquieren un rol central, promover la generación de empleo formal, medidas de apoyo a las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES), identificar nuevas y mejores estrategias para las políticas laborales, entre otros.
[1] Algunos de los sectores mayormente afectados por las medidas de contención de la COVID-19 y que son altamente feminizados son los sectores de hotelería y restaurantes, actividades de servicios y del sector de hogares.
[2] Se obtiene del cociente de la PEA y la población en edad de trabajar (por 100)— mide el tamaño relativo de la fuerza de trabajo
[3] República Dominicana, Nicaragua, Costa Rica y Panamá
[4] Los países han tomado diversas medidas enfocadas en la contención de la pandemia, dentro de las cuales destacan el cierre de fronteras y aislamiento de regiones, cuarentenas, prohibición de aglomeraciones y suspensión de eventos, cierre de servicios de transporte público, restricciones de vuelos internacionales, entre otras. Salomón et al. (2020)
[5] Por población fuera de la fuerza laboral se entiende a aquellas personas que no están en la ocupación ni en la desocupación (no están buscando un puesto de trabajo). Pueden ser: personas ocupadas cuidando familiares, personas jubiladas, enfermas o incapacitadas, o que estudian, personas que piensan que no hay puestos de trabajo disponibles, o no desean trabajar. (OIT, s.f.)
[6] Las personas desocupadas son aquellas que están en edad de trabajar y que no están ocupadas. Buscan trabajo durante un período reciente y están disponibles para ocupar un puesto de trabajo si existe la oportunidad de hacerlo. (OIT, s.f.a)
[7] Instituto Nacional de Estadística y Censos de Costa Rica
*Por Jimena López, colaboradora DICE.