El Periódico Sección:Un punto de vista Página: 14
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Camino a la parálisis
Con una progresión cada vez mayor, el área metropolitana de Guatemala, que ya alcanza municipios de Chimaltenango, Escuintla y El Progreso, se encamina hacia la parálisis total en la movilidad de las personas y de bienes.
Hace unos cuatro o cinco años, en esta columna, mencionando un artículo sobre el transporte en las ciudades latinoamericanas, señalamos que el promedio de velocidad en las grandes ciudades era de alrededor de 12 kilómetros por hora.
Actualmente, podemos ver que un viaje, desde las afueras de la ciudad hasta las zonas 1, 4 o 9, de unos 15 o 18 kilómetros, puede llevar hasta dos horas. Es decir que estamos con un promedio, en las horas pico que cada vez se extienden más, de 8 a 9 kilómetros por hora.
A paso más o menos rápido, una persona puede hacer 6 kilómetros por hora, así que muy pronto estaremos en una situación en la que será más eficiente desplazarse a pie que en automóvil. Esto tiene un costo impresionante en horas persona –millones de horas desperdiciadas- así como en combustible y mantenimiento de vehículos.
Y el calvario que sufren los propietarios de automóviles se queda corto cuando lo comparamos con el que padecen los usuarios del transporte urbano y extraurbano.
La constante paralización de los servicios, debida a las extorsiones, así como el hacinamiento en las unidades, la lentitud de los desplazamientos, los costos adicionales que significa el uso de taxis o de improvisados servicios, como picops y microbuses, aumentan el gasto de los trabajadores de menores ingresos y les ponen en riesgo de sanciones por llegar tarde.
Lo más grave de todo esto es que no se hace nada para solucionar este enorme problema, ni en el mediano plazo, mucho menos en el corto plazo.
El funcionamiento del transmetro es una muestra de que la solución no puede quedarse en la construcción de pasos a desnivel, ampliación de carriles en detrimento de los espacios peatonales y de las escasas áreas verdes, carriles reversibles u otras de similar naturaleza.
Resulta evidente que, especialmente en los municipios conurbados, las vías de acceso, como las de Ciudad San Cristóbal, Ciudad Quetzal, Fraijanes, Chinautla, Villa Nueva, son insuficientes, pues la ausencia de ordenamiento territorial y de planes viales en esos municipios permitió la urbanización desordenada, dejando los estrechos caminos de hace 40 o 50 años como las únicas vías disponibles para el desplazamiento de los ocupantes de las colonias que brotaron como hongos.
Pero la ampliación de la red vial, que tendrá inevitablemente un costo elevado, si no va acompañada de un sistema de transporte masivo, de propiedad pública, como un metro, complementado con transporte en autobuses, con un servicio de calidad, con horarios nocturnos -¡los tuvimos hace 50 años!– y a precio accesible, no importa si es subsidiado, no tendrá efecto alguno sobre la movilidad de las personas.
La solución al problema no puede venir desde el mercado, ni siquiera de las alianzas público-privadas. Es una tarea ineludible de los gobiernos municipales involucrados, que están obligados a coordinarse –alguno que ha brillado por su ausencia– con el apoyo del Gobierno central.
Tenemos el ejemplo de la ciudad de Panamá, que ya cuenta con un metro, y para tener un sistema integrado comprará una empresa colombiana a la que el gobierno anterior otorgó la concesión del servicio de autobuses.
Esto permite concluir que las soluciones que se identifiquen deben ser objeto de amplio consenso y sólidamente fundamentadas, para evitar cambios de rumbo con cada nuevo gobierno.