BBC Mundo
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La revolución pacífica en la región más violenta del mundo
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3 septiembre 2015

Fue un trabajo de más de un año que culminó con la renuncia de un presidente.
Una tarea conjunta a nivel institucional y de sectores de la sociedad, cuya presión forzó la caída de Otto Pérez Molina.
Una mayúscula investigación de la justicia de Guatemala y de un organismo avalado por Naciones Unidas (Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala) lo pusieron en evidencia.
El clamor popular empezó a germinar, masivas movilizaciones de la sociedad, protestas constantes y pacíficas que fueron horadando la autoridad de Pérez Molina.
Lea: Renuncia el presidente de Guatemala
El “Yo no tengo presidente” que se erigió en lema de los manifestantes durante las protestas se terminó haciendo realidad en la madrugada de este jueves, a días de las elecciones generales del domingo.

Acosado por un escándalo de corrupción, sin inmunidad judicial y con una orden de arresto en su contra, este jueves Pérez Molina se quedó sin salid.
Aunque insistiendo en su inocencia, el mandatario decidió dejar el cargo, algo que millones de guatemaltecos venían gritando desde hace meses.
Lea: El día que cayó Otto Pérez Molina y Maldonado asumió la presidencia de Guatemala
El martes, cuando el Congreso debía sesionar para votar sobre el retiro de la inmunidad a Pérez Molina, sindicalistas afines al entonces presidente bloquearon el ingreso de los legisladores.
Un grupo de ciudadanos, con rosas blancas, apoyaron a los policías y crearon un corredor para que los diputados pudieran ingresar.
Algunos de los manifestantes se habían escrito en la palma de la mano “Quiero mis 105 votos“.
Era la cantidad que se necesitaba para desaforar a Pérez Molina.
Dos semanas antes los mismos diputados habían rechazado retirarle la inmunidad, pero las crecientes evidencias y un clamor popular cada vez mayor terminaron de convencer a los legisladores.
El martes 132 legisladores dieron el sí y el cerco sobre Pérez Molina terminó de estrecharse.
Hito
Se trata de una gesta histórica para el país que por vías institucionales tras una investigación que implicó casi 90.000 escuchas telefónicas y revisar 5.000 correos electrónicos culmina con la salida de desbancar a la máxima autoridad.
Pérez Molina, un general retirado de 64 años, ha negado siempre las acusaciones y se aferró al poder lo más que pudo.
Mientras la gente en las calles, mayormente la clase media, pasando por los empresarios y la Iglesia católica, empezaron a quitarle apoyos y a pedir abiertamente que enfrente a la justicia y deje el poder.
En los últimos meses fue habitual ver a familias enteras manifestándose en las calles de la capital.

Parte de la sociedad se cansó y espera que el cambio que forjaron en unos meses perdure en el tiempo.
“Les enseñamos un poco sobre cómo está cambiando Guatemala, es una nueva Guatemala. Queremos hacer todo lo posible para poder ser libres”, explicaba Luis Flores sobre sus hijos Jimena (5) y Santiago (2), a quienes llevó a las movilizaciones del último fin de semana.
Flores le ha hablado a sus hijos de la crisis que atraviesa el país, de lo que los niños guatemaltecos necesitan, del dinero que las autoridades se han robado, y lo hizo con un objetivo.
“No es un deseo para mañana o para las elecciones”, le dijo a BBC Mundo, “es un deseo para el resto de nuestras vidas. Esta generación no se involucró. No vamos a ser la misma vieja y pasiva Guatemala, nos vamos a despertar pacíficamente. Siempre vamos a pelear por nuestro país”.

Gabriel Wer es uno de los fundadores del movimiento #RenunciaYa que aprovechó el escándalo para movilizar las redes sociales y luego la calle.
“Terminamos con casi 30 años de silencio. Hemos sido una sociedad acostumbrada al silencio por la guerra civil. Eso está cambiando, nos estamos atreviendo a decir lo que pensamos, lo que sentimos como país, como sociedad, como ciudadanos y eso es un gran cambio”.
Wer resalta el carácter pacífico de las movilizaciones, que han llegado a concentrar unas 80.000 personas en la plaza principal de la capital.

“Estamos orgullosos, es muy importante para nosotros, no tuvimos ningún problema con la policía ni el gobierno ni entre nosotros“.
Eran manifestaciones sin escenarios ni oradores, gente en la calle expresándose con carteles, pancartas, banderas.
Dos elementos, explica, fomentaron la explosión ciudadano: con dos tercios de la población por debajo de los 30 años y en un país —en ciertos sectores— cada vez más conectado, se facilitó la propagación de la indignación.
Todo este despertar pacífico se ha dado en el país que que forma parte -junto a Honduras y El Salvador- de la región más violenta del mundo, con el índice de homicidios per cápita más alta del planeta.
Vea toda nuestra cobertura sobre Guatemala
“Toma de conciencia”
Para el exvicepresidente Eduardo Stein (2004-2008), “por primera vez en mucho tiempo ha habido una creciente toma de conciencia dentro de la población de la dimensión de la responsabilidad que tienen los funcionarios públicos hacia la población que los eligió”.
La ciudadanía, o al menos parte de ella, maduró, se formó y organizó para que su voz fuera escuchada.
Pase lo que pase de aquí en más Stein considera que el país logró algo esencial.

“La auditoría social de la sociedad va a ser mucho más difícil de evitar o de ignorar, por lo que el nivel de rendición de cuentas crecerá sustancialmente”.
Guatemala es presentada a estas horas por algunos con sana envidia como un modelo en los países de la región.
En Honduras, que sin ir más lejos vivió un golpe de Estado cinco años atrás, miles de personas llevan meses manifestándose en las llamadas “marchas de las antorchas”.
Protestan contra el presidente Juan Orlando Hernández por un escándalo de corrupción y los pedidos para una “Cicig hondureña” se han multiplicado.
Vea: Marcha de las antorchas: ¿Por qué Honduras lleva tres meses en protestas?
Pero el avance en la indepedencia de los órganos de justicia no se da de un día par el otro y lo ocurrido en Guatemala es extraordinario, apunta Arturo Matute, analista de la organización International Crisis Group.

Guatemala ya había sorprendido con el juicio, aunque plagado de obstáculos, contra Efraín Ríos Montt, quien se convirtió en el primer exmandatario en ser condenado por genocidio en un tribunal nacional.
La ex fiscal general Claudia Paz y Paz, figura reconocida en el ámbito judicial a nivel mundial y quien fuera candidata al Nobel de la Paz, lideró en los últimos años la lucha contra la impunidad en el país y el caso de Ríos Montt.
Pero el analista Hugo Novales, politólogo e investigador de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asies), aporta un manto de calma ante tanta ebullición.
En las principales marchas, explica, se podía ver a gente de la ciudad, con estudiantes de universidad privadas marchando junto a campesinos.

Sin embargo, recuerda que apenas unos meses atrás “estábamos peleando entre nosotros por el juicio a Ríos Montt que realmente polarizó la sociedad, y estableció claras líneas entre izquierda y derecha, progresista y campesinos, lo urbano y lo conservador”.
“Cuando se mira en un contexto más amplio, podría ser una alianza de corta duración, que es mejor que no tener una alianza pero supongo que depende de cómo lo manejemos. La forma en que trabajemos esta alianza sin duda definirá lo que podamos hacer en el futuro”
Lo ocurrido en las últimas semanas en el país ilusiona a Matute pero también es cauto.
“Nada más es un buen inicio. Falta muchísimo realmente, tenemos que modificar completamente el sistema político y tenemos que depurarlo de toda la corrupción. Y esto, desafortunadamente no va a poder ser a través de la vía electoral”.